LA FELICIDAD

Me contaron una vez de una señora que vendía una crema, llamada felicidad, que había que ponérsela antes de irse a dormir. Ella aseguraba que sueños felices invadirían la mente y que se levantarían más jóvenes y hermosos aquellos que usaran el producto. Además tomarían cada momento de la mano y sacarían los efectos más hermosos.
Después de un tiempo, la señora se había enriquecido tanto que habrió locales de venta exclusiva de la crema. Resultó ser un producto muy eficiente.
Los comentarios eran fascinantes, realmente increíbles.
La felicidad estaba presente en toda la ciudad, y también en los pueblos vecinos. Pronto se expandió al resto del país, y al mundo entero.
Los hombres ya no se preocupaban por el poder, amaban al prójimo y ayudaban a todos los que pasaran por su camino. Las muertes eran llevadas con buen espíritu y los nacimientos eran festividades inmensas. Todo era luz, brillo y FELICIDAD.
Así se solucionaron muchos problemas entre los mandatarios más importantes del globo. Se aprendió a compartir los recursos y almacenarlos para las generaciones venideras.
La tierra se había convertido en el lugar soñado que todos esperamos alguna vez.
Tan sano y tan recuperado estaba el ambiente, que las niñas parecían hermosas hadas caminando por las veredas. Las familias parecían realeza. Y todo por una simple crema.
No había nadie que no haya utilizado el producto. Luego de un tiempo, la felicidad estaba tan instaurada en la sociedad que nadie debió utilizarla más. Y así el mundo se volvió el más bello de los edenes.
Resultó ser que la crema, era simple puré de vainilla. Pero la predisposición de cada persona que la usaba era tan grande, que todos pensaron que realmente traería felicidad a su vida.
Es tan simple pensar que con solo predisponernos a ser felices, para cuando llegue nuestro último día, seremos las personas más afortunadas sobre la tierra.